martes, septiembre 13, 2016

john ashbery. pronto alivio























Pronto alivio

Apenas soportable, vivir al margen
en nuestra sociedad tecnológica, siempre tenían que rescatarnos
al borde de la destrucción, como las heroínas de Orlando Furioso
antes de que hubiera tiempo de empezar de nuevo.
Había truenos en los arbustos,  rumor de remolinos,
y Angélica, en la pintura de Ingres, observando
al colorido aunque pequeño monstruo cerca de su pie, como si se preguntara
si olvidar todo el asunto no sería, al final, la única solución.
Y luego siempre llegaba un momento en el que
Happy Hooligan aparecía abriéndose paso
en su oxidado auto verde, solo para asegurarse de que todo estaba bien.
Solo que entonces ya estábamos en otro capítulo y confundidos
sobre cómo tomar la última información.
¿Era información? ¿Acaso no estábamos actuando
en beneficio de alguien, pensamientos en mente
con espacio más que suficiente para nuestros pequeños problemas (eso parecía),
nuestras preocupaciones diarias con respecto a la comida y el alquiler y las cuentas a //pagar?
Reducir todo esto a su mínima expresión,
para liberarnos al fin, minúsculos en el amplio espectro-
Esa era nuestra ambición: ser pequeños y transparentes y libres.
Ay, la energía del verano se disuelve rápido,
un momento y se va. Y ya no
podemos hacer los cambios necesarios, por simples que sean.
Quizás nuestra estrella brilló más cuando hubo agua en ella.
Ahora eso ni siquiera está en cuestión, solo hay que
aferrarse a la tierra firme para no ser arrojados,
en un sueño casual, una visión: un petirrojo vuela hasta
el rincón superior de la ventana, apartas tu cabello
y no puedes ver bien, o una herida brillaría
en los dulces rostros de los otros, algo parecido a:
esto es lo que querías escuchar, entonces ¿por qué
crees que escucharás otra cosa? Todos somos habladores
es cierto, pero bajo  la charla yace
el movimiento y el no querer ser movidos, el sentido
impreciso, desprolijo y simple como el del gastado suelo.

Estos son, pues, algunos de los riesgos del camino,
pues aunque sabíamos que el camino era obstáculos y nada más
fue un shock cuando, un cuarto de siglo después,
la claridad de las reglas se te hizo manifiesta por primera vez.
Ellos eran los jugadores, y nosotros, que habíamos luchado en el juego
solo fuimos espectadores, aunque sujetos a las vicisitudes
y al fin salimos con ellas del entristecido estadio, cargándolas sobre los hombros.
Noche tras noche el mensaje regresa, repitiéndose
en el brillo del cielo, creado antes que nosotros, arrebatado,
y aun así nuestro para siempre hasta el fin que es verdad pasada,
el ser de nuestras frases, en el clima que las fomentó,
nuestras, no para poseerlas como un libro, sino para estar con ellas
o sin ellas, solos y desesperados.
Pero la fantasía las hace nuestras, una especie de cerca
levantada al nivel de ideal estético. Estos fueron momentos, años
íntegros de realidad, rostros, hechos identificables, besos, actos heroicos,
como un amigable inicio de una progresión geométrica
no muy tranquilizadora, como si el sentido pudiera descartarse algún día
cuando quedara chico. Mejor, dijiste, permanecer  sumisos
en las primeras lecciones, ya que la promesa del conocimiento
es un engaño, y estuve de acuerdo, añadiendo que
el mañana alteraría el sentido de lo aprendido,
que el proceso de aprendizaje se prolonga así, para que según este punto de vista
ninguno de nosotros se gradúe,
porque el tiempo es una suspensión y es probable que pensar en no crecer
es la más alta forma de madurez, ahora y ante todo.
Ya ves, ambos teníamos razón, aunque la nada
de algún modo se ha convertido en nada: los avatares
de nuestra vida según las reglas y vivir
en nuestra casa han hecho de nosotros-de algún modo- ‘buenos ciudadanos’,
cepillándonos los dientes y todo eso, y aprendiendo a aceptar
la caridad en los momentos difíciles como nos ha sido dada,
porque esto es acto, este no estar seguros, esta descuidada
preparación, diseminando las semillas defectuosas del surco,
preparándose a olvidar, y siempre regresando
a la estabilidad del comienzo, a ese día hace tanto tiempo.

John Ashbery, Rochester, 1927
De The Double Dream of Spring. Copyright © 1966, 1970, John Ashbery
Versión ©Silvia Camerotto

Soonest Mended

Barely tolerated, living on the margin 
In our technological society, we were always having to be rescued   
On the brink of destruction, like heroines in Orlando Furioso 
Before it was time to start all over again. 
There would be thunder in the bushes, a rustling of coils,   
And Angelica, in the Ingres painting, was considering 
The colorful but small monster near her toe, as though wondering whether forgetting 
The whole thing might not, in the end, be the only solution.   
And then there always came a time when 
Happy Hooligan in his rusted green automobile 
Came plowing down the course, just to make sure everything was O.K.,   
Only by that time we were in another chapter and confused   
About how to receive this latest piece of information.   
Was it information? Weren’t we rather acting this out   
For someone else’s benefit, thoughts in a mind 
With room enough and to spare for our little problems (so they began to seem), 
Our daily quandary about food and the rent and bills to be paid?   
To reduce all this to a small variant, 
To step free at last, minuscule on the gigantic plateau— 
This was our ambition: to be small and clear and free.   
Alas, the summer’s energy wanes quickly, 
A moment and it is gone. And no longer 
May we make the necessary arrangements, simple as they are.   
Our star was brighter perhaps when it had water in it.   
Now there is no question even of that, but only 
Of holding on to the hard earth so as not to get thrown off,   
With an occasional dream, a vision: a robin flies across   
The upper corner of the window, you brush your hair away 
And cannot quite see, or a wound will flash 
Against the sweet faces of the others, something like:   
This is what you wanted to hear, so why 
Did you think of listening to something else? We are all talkers   
It is true, but underneath the talk lies 
The moving and not wanting to be moved, the loose 
Meaning, untidy and simple like a threshing floor. 

These then were some hazards of the course, 
Yet though we knew the course was hazards and nothing else   
It was still a shock when, almost a quarter of a century later,   
The clarity of the rules dawned on you for the first time.   
They were the players, and we who had struggled at the game   
Were merely spectators, though subject to its vicissitudes 
And moving with it out of the tearful stadium, borne on shoulders, at last. 
Night after night this message returns, repeated 
In the flickering bulbs of the sky, raised past us, taken away from us,   
Yet ours over and over until the end that is past truth,   
The being of our sentences, in the climate that fostered them,   
Not ours to own, like a book, but to be with, and sometimes   
To be without, alone and desperate. 
But the fantasy makes it ours, a kind of fence-sitting 
Raised to the level of an esthetic ideal. These were moments, years,   
Solid with reality, faces, namable events, kisses, heroic acts,   
But like the friendly beginning of a geometrical progression 
Not too reassuring, as though meaning could be cast aside some day   
When it had been outgrown. Better, you said, to stay cowering   
Like this in the early lessons, since the promise of learning   
Is a delusion, and I agreed, adding that 
Tomorrow would alter the sense of what had already been learned,   
That the learning process is extended in this way, so that from this standpoint 
None of us ever graduates from college, 
For time is an emulsion, and probably thinking not to grow up   
Is the brightest kind of maturity for us, right now at any rate. 
And you see, both of us were right, though nothing 
Has somehow come to nothing; the avatars 
Of our conforming to the rules and living 
Around the home have made—well, in a sense, “good citizens” of us,   
Brushing the teeth and all that, and learning to accept 
The charity of the hard moments as they are doled out, 
For this is action, this not being sure, this careless 
Preparing, sowing the seeds crooked in the furrow, 
Making ready to forget, and always coming back 
To the mooring of starting out, that day so long ago.

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